Los cuerpos cetónicos se forman principalmente a nivel de hígado cuando hay una disminución importante del glucógeno hepático, situación en la que las células hepáticas comienzan a utilizar las grasas para formar energía; para ello hay una oxidación de los ácidos grasos que dan como resultado la formación de cuerpos cetónicos (acetoacetato, Beta-hidroxibutirato y acetona).
Estos cuerpos cetónicos -altamente energéticos- pasan a sangre y tienen la función de aportar energía principalmente al cerebro, pero también a las células musculares esqueléticas y cardíacas. En personas con diabetes (principalmente de tipo I), puede darse la paradoja de tener unos elevados valores de glucosa en sangre y a pesar de ello aumentar de forma importante la oxidación de las grasas con lo que se incrementan en exceso los valores de cuerpos cetónicos en sangre; esta situación se produce por un déficit en la utilización de la glucosa ligada a la falta de insulina o de su funcionalidad, pudiendo derivar en una cetoacidosis que supone una situación grave y precisa atención urgente.
Además de una función energética como hemos comentado, los cuerpos cetónicos tienen también una actividad terapéutica cada vez más investigada y conocida en el tratamiento potencial de diferentes enfermedades, entre las que se encuentran la epilepsia, la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Parkinson.
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